Texto original: Qul
Autor: Dellair Youssef
Fecha: 17/05/2014
"Sobre la tierra de Homs,
hay algo que merece nuestra fidelidad"
La historia cuenta que los combatientes salieron, que se
rompió el cerco y que fue posible regresar a las casas, pero esta es una
historia incompleta.
Comencemos de nuevo:
Homs.
¡Qué difícil es escribir algo sobre lo que sucedió, sobre
todo después de que los periódicos, revistas, radios y canales por satélite se
hayan saturado de análisis y versiones de lo sucedido! Sin embargo, intentaré
contarlo de otra manera.
Hay dos autobuses verdes que antes se dedicaban al
transporte de civiles y en los que se habían agrupado las fuerzas de seguridad
y los shabbiha para levantarse contra una manifestación. El autobús se llena de
revolucionarios combatientes tras acordarse el fin del bloqueo sobre el barrio
antiguo de Homs. Rostros indescriptibles que te miran sonrientes, ennegrecidos,
optimistas, descoloridos por el hambre.
Volvamos al inicio de la historia.
La revolución comenzó y Homs se levantó: la famosa
concentración en el reloj se produjo en el primer mes. La concentración se
dispersó, hubo muertos y heridos. Las cosas se aceleraron y la ciudad salió en
protesta. Grandes manifestaciones, bailes en las calles celebrando la libertad,
canciones, lemas, derrocamiento del régimen, heridos cuyo número se desconoce,
y una cantidad de muertos que crecía de forma descontrolada (“son más de veinte
mil ya”), bombardeos, aviones, desaparecidos, muerte, destrucción, bloqueo,
política de sembrar el hambre, ruptura del bloqueo… Hoy los soldados del
ejército regular salen orgullosos de su victoria tras derrotar a 980 hombres
(según la televisión del régimen) que pasaron dos años y medio cercados y
aislados del mundo.
La memoria se me detiene en esa manifestación en la que el
hombre cantaba alegre, gastando toda su energía para animar a la gente a cantar
más alto “Vuestro silencio nos mata, no tenemos más que a Dios”. Después me
lleva hasta el recuerdo del rostro del “mártir” Tareq Al-Aswad, cantando a sus
amigos “Queremos que los dedos de la victoria se eleven sobre el palacio”. Las
imágenes se entrecruzan en mi memoria. No quiero tener memoria de pez: quiero
recordar todos los detalles, aunque el demonio se esconda en ellos. Quiero
recordar todo: cómo comenzó la historia, cómo se fueron desarrollando los
hechos hasta que esos rostros cansados y bellos salieron de ese lugar destruido
y cercado.
¿Cómo pudieron escribir esas expresiones en los muros antes
de marcharse? ¿Qué sienten mientras abandonan ese reducto que se ha mezclado
con ellos hasta quedar convertidos en una prolongación del mismo? ¿Es la lengua
suficientemente adecuada para que describan aquello por lo que pasan? ¿Qué
pensaban esas uñas mientras dejaban esta expresión sobre el muro: “Homs,
perdónanos, oh más querida que mi alma; perdona a tus hijos como una madre
única en el mundo, pues ya es bastante duro dejarte (Homs asediada por las
despedidas del universo, 06/05/2014)”?
Dije al
inicio que contaría la historia de Homs, pero la lengua no ha tardado en
traicionarme y no he encontrado letras que me obedezcan para escribir la
historia de la ciudad. Puede que mi texto parezca tropezoso e inconexo. Pero, ¿cómo
escribo mientras veo la imagen de ese combatiente llorando en el autobús verde
y a otro cantando: “Tu mundo, chico, no tiene alegrías/
no sabemos cuánto queda de nuestras vidas y cuánto ya se fue/ el cielo dio
vueltas, y nos separamos tras juntarnos, el extranjero nos unió/ espada de
acero, corta de mi cuerpo pedazos”?
Por Dios, ¿cómo hago para escribir vuestra historia?
“Cuando me marche, podéis estar seguros de que hice todo lo
posible por quedarme”, quedó grabado en un muro allí. Quizá esa frase resume lo
que quiero decir, porque hicieron todo lo posible por quedarse allí, a pesar de
tratarse de un territorio asolado en que no se podía vivir. Pero, ¿cómo la
podría dejar quien es parte de ella? ¿Acaso una pequeña piedra abandona su edificio?
¿Acaso un pájaro deja el cielo para vivir como nosotros en la tierra? Estad
seguros de que hizo todo lo posible por quedarse, pero se marchó: dejó la zona antigua
de Homs temporalmente. Uno de ellos dijo: “Vamos a picar algo y volvemos”. Volverán
a sus barrios, a su barro, a su polvo, y cuando la guerra termine, volverán al
poema como bellos fonemas: “La guerra acabará un día, y volveré a mi poema”,
escribió uno de ellos en un muro.
Puede que la historia de Homs, como la del resto de Siria,
se haya escrito en sus muros. ¿No decían que las paredes eran los cuadernos de
los locos? ¿Acaso no estaban los revolucionarios locos de amor por su país?
Igual que Qays enloqueció por Layla, el revolucionario enloqueció por obtener
la libertad en su patria. Puedo reproducir lo que se ha escrito en los muros
para escribir la historia que transmitiremos a las siguientes generaciones como
hacen los habitantes de Leningrado (San Petersburgo) cuando cuentan a sus nietos
lo que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial cuando los alemanes cercaron
su ciudad. Pero la diferencia aquí estriba en que nuestro asedio a Homs ha
durado más y que quien nos ha cercado no ha sido un enemigo sino un “compañero
en la patria”: era el ejército de la patria el que mataba, asediaba y mataba de
hambre a los hijos de la zona antigua de Homs.
Qué historia tan bonita contaremos sobre la resistencia y
perseverancia de los héroes de Homs y que historia más deleznable la que
contaremos sobre el “ejército de la patria”, que asediaba a los “hijos de la
patria”.
Segun el profeta Nostradamus ya predecia esta situacion en Iraq
ResponderEliminarhttp://www.caesaremnostradamus.com/Lo%20cumplido_archivos/GuerraIrak2014.htm