Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 30/09/2013
Autor: Elías Khoury
Fecha: 30/09/2013
La gran cuestión a la que se ha enfrentado y de enfrenta la
revolución siria es la relación entre el régimen dictatorial y el Estado. El
régimen destruyó el Estado convirtiéndose él en sustituto del Estado y la
sociedad a un tiempo. La intransigencia y estupideces de las que ha hecho gala
el régimen desde el estallido de la revolución en Daraa son ilógicas. Era como
si el régimen fundado por Hafez al-Asad estuviera convencido de la ausencia de
una fuerza capaz de disuadirlo, pues había logrado eliminar el Estado, y/o
hacer que fuera incapaz de defenderse a sí mismo, y después destruir la lógica
de Estado.
El régimen baasista copió la experiencia de Corea del Norte
con una exactitud llamativa, la herencia pasó con una pasmosa fluidez, y
parecía como que el régimen había podido adueñarse de todos los componentes del
Estado: Justicia, Ejército, sindicatos, las instituciones religiosas oficiales,
las universidades, etc. Así, el Estado perdió su lógica y capacidad para
defenderse a sí mismo porque, simplemente, ya no existía. El Estado se
convirtió en un esqueleto sin carne, sangre ni músculos, y pasó a ser una
montura sin patas propias, lo que permitió al régimen aprovechar su supuesta legitimidad
para cometer estupideces dementes que hoy van en la dirección de destruir el
tejido social sirio.
La destrucción del Estado exigió décadas, pero fue posible
gracias a una compleja operación de asimilación entre el lenguaje “revolucionario,
de resistencia y de izquierdas” y la práctica fascista. Además, se apoyó en una
operación de dominio de la institución militar, por medio de la estructura
sectaria-tribal, que en la época de Asad padre convirtió a las Brigadas de
Defensa que lideraba su hermano Rifaat en el coco del ejército y del pueblo, y
a la Cuarta División Armada liderada por Maher, hermano del hijo, Bashar, en
una réplica moderada de la experiencia previa. Además de eso, los sindicatos
cometieron masacres poco antes de las salvajes matanzas de Hama en 1982, y los jueces
se convirtieron en la escoba limpiadora del régimen, llegando a la Unión de
Estudiantes, que se convirtió en una de las ramas de la Inteligencia.
Cuando se inició la revolución tras la caída de los
dictadores de Túnez y Egipto, parecía que el levantamiento popular sirio podría
obrar un milagro por medio de los ingentes sacrificios que ofrecieron los y las
manifestantes pacíficos, que eran asesinados a balazos o en los sótanos de
tortura. Pero la caída del régimen no fue posible porque el levantamiento
popular sirio parecía desnudo ante la ausencia del Estado y las instituciones,
que si hubieran existido se habrían defendido participando en la operación de
derrocamiento del régimen, como en Túnez y Egipto.
El Estado estaba destruido y no era más que un espectro
antes del estallido del levantamiento, por eso fue fácil para el régimen
mafioso quitarle la túnica que lo cubría y terminar con su existencia efectiva,
para recurrir a la represión salvaje sin freno haciendo uso de rebaños de
shabbiha, cuyas prácticas se han legitimado ante el desplome de las
instituciones del Estado bajo los golpes del régimen.
El régimen dictatorial se ha visto obligado a quitarse la
máscara del Estado, y ha anunciado que es enemigo de la idea de Estado como
institución formada por distintas instituciones
sociales que interactúan entre sí y conservan una independencia relativa de los
distintos componentes. El régimen se ha quitado todas las máscaras y considera
que su actual misión es romper la sociedad siria que hizo la revolución contra
su dominio, y por eso inició una operación de represión descontrolada, que se
convirtió en un instrumento de venganza y destrucción. El régimen se venga de
la sociedad e intenta, convirtiendo las ciudades y pueblos en escombros, destrozar
el tejido social sirio, y así convertir al pueblo en grupos enormes de
refugiados y vagabundos.
Quien cree que la misión de la revolución hoy es salvar el
Estado se equivoca, pues el Estado no existe, porque el régimen baasista fascista
lo destruyó mucho antes del estallido de la revolución. La misión de la
revolución es salvar a la sociedad de la destrucción que la amenaza, y hoy es
una operación cada vez más complicada porque se desarrolla en dos frentes: el
frente de la resistencia contra el salvaje aparato militar del régimen por un
lado, y por otro el de la resistencia civil que va en aumento contra el Estado
Islámico de Iraq y Siria y sus semejantes. Los y las jóvenes de Raqqa han
ofrecido un modelo de resistencia, heroicidad y valentía.
Salvar a la sociedad es la condición para construir el
Estado sirio. El régimen destruye el Estado y la revolución es el instrumento
para construirla. Ese es el punto clave de la lucha en Siria hoy, y ello exige
de las fuerzas de la revolución que se organicen y funden el núcleo del Estado,
purificando sus filas de fuerzas represoras excluyentes y terroristas.
Los indicadores internacionales y regionales, tras el
acuerdo estadounidense y ruso sobre las armas químicas no traen buenas noticias
para el pueblo sirio en su difícil situación con el régimen de la muerte y la
destrucción. Siria está abandonada a su suerte, y el régimen del pequeño Asad
ha confirmado que no representa los intereses del Estado sirio, ya que se ha
desprendido de las armas estratégicas que según el régimen se prepararon para
lograr una paridad con Israel utilizándolas primero contra el pueblo y luego ofreciéndolas
como renuncia a la lógica del Estado para mantener al régimen.
Del mismo modo, el régimen ofrece un servicio incalculable a
las fuerzas occidentales y a Israel, porque destruye a la sociedad y pretende
asalvajarla por distintos medios. No quiero agrandar la desgracia, porque ya es
bastante grande y crece sin parar, pero no veo salida de la misma si no es con
el éxito de la sociedad siria de derrocar al régimen como primer paso hacia la
construcción del Estado.
Aquí es necesario señalar que los luchadores y luchadoras
sobre el terreno en Siria están obrando el milagro de su resistencia y
perseverancia sin ayuda efectiva del exterior. Las burbujas cruentas y salvajes
que se han filtrado a la revolución no podrán, y estoy convencido, dominar la
revolución del pueblo y convertir Siria en sacrificios gratuitos sobre el altar
de sacrificios del régimen.
La lucha es larga, y la condición para su victoria es
asegurar los valores de la unidad social, el rechazo del sectarismo y el
racismo y sacar el discurso religioso de la revolución, para que la revolución
pueda proteger a la sociedad de la desintegración y volver a fundar el Estado y
su lógica desde debajo de estos escombros fruto de la dictadura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario