Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 10/02/2014
Autor: Elías Khoury
Fecha: 10/02/2014
¿Qué es este acuerdo de sacar a los civiles de los barrios
antiguos de Homs? Las imágenes que salen de la ciudad apuntan a algo más que un
mero escándalo ético: permitir que los hombres de más de 55 años salgan
mientras que la caza de asesinato y genocidio continúa.
¿Los suministros de alimentos para la ciudad asediada llegan
o no? Nadie lo sabe. ¿Se mantiene el alto el fuego o no? Nadie puede garantizar
nada, y la evacuación de ancianos, mujeres y niños puede continuar o no. Pero el
colmo del escándalo y la vileza son las aglomeraciones “espontáneas” de shabbiha
en los barrios de Akrama y al-Nuzha para impedir la entrada de ayuda
humanitaria a la ciudad.
El relato está cubierto de minas, como si la vida se hubiera
convertido en pelotas lanzadas de una a otra pierna mientras la gente se
convierte en escombros.
Soy incapaz de comentar nada sobre este acuerdo. ¿Esto es lo
que ha logrado Ginebra II? ¿Esos son los límites del apoyo que puede ofrecer el
mundo a los sirios que viven su nakba en silencio? Esto, amigos, tiene un solo
nombre: el asesinato y genocidio del ser humano. Siria ya no es un terreno de
guerra impuesta por el régimen para aplastar la revolución, sino que es una
plaza donde se comete un genocidio. El viaje de la dictadura desde la matanza
de manifestantes pacíficos, pasando por el uso de armas químicas, para llegar a
los barriles explosivos no puede recibir más que la denominación de genocidio.
El pequeño Asad ha superado el proyecto de destruir Siria
que dejó entrever al inicio de la revolución y ha pasado a la fase de limpieza
y genocidio en el sentido literal del término. Lo que vemos hoy en Homs o Alepo
es la ejecución práctica de dicho proyecto.
El genocidio es otra manera de llamar al salvajismo: el embrutecimiento
de quien aniquila mientras los aniquilados son embrutecidos. Un terreno sin
leyes ni ética. Un terreno en que se borran por completo los valores y donde el
asesinato se convierte en el medio y el fin a un tiempo.
Los árabes no han vivido nada parecido en tiempos modernos,
y nos encontramos ante unos nuevos mogoles que esta vez se apoyan en el régimen
represor compuesto, erigido sobre el modelo dictatorial de Corea del Norte: una
trinidad formada por la familia, los servicios secretos y la mafia, que logró
fundar una dinastía gobernante y que se basa en un único principio: convertir a
la gente en esclavos.
El régimen de esclavitud se basa en convertir a la gente en
nada: su vida y su muerte no valen nada, y deben estar satisfechos con esa
ausencia de valor si no quieren sumarse a los muertos. El régimen se basa en un
absoluto sistema de esclavitud, donde no hay libres como en la época de los
romanos, que eran quienes explotaban a los esclavos. Todos son esclavos, desde
lo más alto de la pirámide a lo más bajo, y por ello no hay lugar para la
discusión dentro del régimen. Cuando una voz se levanta, es rápidamente
silenciada o desaparece, porque este régimen no puede soportar más que un
señor, que pertenece a la familia que lo posee todo.
La Palestina del Norte, Siria, solo puede compararse a Corea
del Norte. Un pueblo de esclavos que no deben cesar de agradecer y glorificar a
sus señores. Pero si los esclavos se rebelan o elevan sus voces, su destino es
la crucifixión, la quema o el genocidio.
La familia asadiana ha logrado transformar los lemas
políticos en una bayeta y el lenguaje en un acertijo. El diccionario del
anti-imperialismo y la resistencia que importó del Irán de los Ayatollah no ha
logrado salvarlo de la demencia de su lenguaje. Sino que lo más probable es que
haya logrado asesinar el lenguaje de sus aliados islamistas iraníes y
convertirlo en una sección más del lenguaje sectario y doctrinal que nunca ha
sido más que un instrumento para embrutecer y asesinar a las sociedades del
Bilad al-Sham.
El fenómeno de coreización solo lo percibió el difunto
cineasta Omar Amiralay en su película “Diluvio en el país del Baaz”, pero se mantuvo
como una observación efímera a la que no
prestaron atención los expertos occidentales del orientalismo que hoy disfrutan
con el escenario de sangre derramada en Siria y saborean el foso de silencio
que asedia a la tragedia siria.
Hasta ahora no he redactado mi definición de silencio. ¿Podemos definir el silencio si no es mediante el
silencio? Los sirios y sirias no solo se enfrentan a su muerte, sino a los muros
de silencio que los rodean. Son “las traiciones del lenguaje”, como escribió
Faraj Bayraqdar desde su infierno en la prisión de Tadmor (Palmyra), la
traición del lenguaje que amenaza con convertirse en traiciones del silencio [1].
La pregunta es cómo romper el silencio impuesto al
sufrimiento de los sirios y las sirias y cómo recuperar el lenguaje en un mundo
al que ya no le interesan los valores de los Derechos Humanos. Bueno, no es así
del todo. No es cierto que a Occidente no le importen los derechos Humanos ni la
dignidad, pero no le interesan en nuestros países, o al menos le dan igual. Esa
es la realidad. Nos sacó de su interés y recuperó los supuestos antiguos sobre
nuestro barbarismo. Y hoy trata a nuestros muertos como un hecho virtual que transmiten
las redes sociales, como si fuera un largometraje de masoquismo.
¿Es cierto que nos han sacado de la familia de las naciones
y nos han lanzado al acantilado de la historia cruenta, o que somos víctimas
del juego de la lucha internacional a la que no le importa nuestro destino,
sino que repara las hernias del débil imperialismo estadounidense y compensan al
ruso que ya no tiene más que una presencia simbólica?
Corea del Norte conserva su régimen dictatorial al que
nublan la hambruna y la miseria porque es el muro de separación entre
estadounidenses y chinos, y nadie se atreve a alterar dicha separación porque
puede llevar a la guerra. Siria continúa con la tragedia de su destrucción
porque es el punto de cruce entre dos imperios impedidos que han hecho de ella
un laboratorio de la muerte.
No dirijo la pregunta a nadie, porque es nuestra pregunta y nosotros
somos quienes debemos reinventar el lenguaje de la ciudadanía activa y de los
derechos, antes de que nuestro lenguaje se extinga y nuestras almas
desaparezcan. Por ello, Homs sigue.
La ciudad de la piedra negra y los corazones blancos, la
ciudad que se burló de los mogoles y de Timurlán, anuncia que se mantendrá como
símbolo mientras espera que recuperemos nuestra capacidad de crear símbolos, y
como símbolo de la dignidad mientras espera que recuperemos el lenguaje de
nuestra dignidad de entre el lodo del hambre, el miedo y la muerte.
Un saludo a Homs.
[1] Se refiere a la obra titulada “Traiciones del lenguaje y
el silencio” del escritor sirio (alauí, por cierto) opositor que pasó años en
las cárceles de Asad.
Este Blog que censura las voces críticas y luego se queja de la censura del gobierno, se ha ganado el derecho a ser galardonado con el premio "Mejor Taqqíya 2011-2014".
ResponderEliminarLa revolución siria fue Islamista desde el principio, desde las primeras manifestaciones, no después de la represión.
Giath Mattar y el médico de la revolución querían un Califato mundial.
La Revolución siria es una mentira, como el artículo de Thiérry Meyssan liberando de culpa a los islamistas por el 9/11, teoría falsaria que Nahomí apoya.
No sé quién es "Nahomí", Sr. Anónimo. Repito, como en otros comentarios, que la tardanza en responder se debe a que no he accedido al blog desde la última publicación. No tengo más que añadir.
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