Texto original: Al-Hayat
Autor: Yassin Al-Haj Saleh
Fecha: 07/01/2014
Durante más de tres décadas, los islamistas sitios han sido
agentes de cambio en la situación general en el país, un papel que hoy está
cambiando de forma notable. Y este cambio puede ser lago y difícil.
Los Hermanos Musulmanes fueron la corriente del islam
político principal desde los ochenta y hasta el estallido de la revolución
siria, aunque incluyera en su seno algunos grupos yihadistas entre los que
destaca la Vanguardia Combatiente de los Hermanos Musulmanes, que arrastró a
los Hermanos, no sin dudarlo, al enfrentamiento con el régimen a finales de los
setenta y principios de los ochenta, y aquellos de sus líderes que se salvaron
acabaron insertándose en el movimiento de la yihad afgana e internacional.
Entre principios de los ochenta y el inicio de la revolución
siria, los Hermanos siguieron siendo opositores al régimen que dominaba Siria
por la fuerza (y Líbano y Palestina).
Durante las últimas dos décadas del gobierno de Hafez al-Asad, las
cárceles de su régimen aunaron a los islamistas con los izquierdistas y los
nacionalistas, árabes, kurdos, palestinos y libaneses. En ese tiempo, los
servicios secretos tenían aplastada y destruida a la sociedad siria, a la que
además saqueaban. Por medio de esa experiencia general tan ingente, apareció
una especie de colaboración en la oposición al régimen asadiano entre los
islamistas y el sector laico de la oposición, una colaboración objetiva si así
se puede llamar. Una colaboración que se vería afectada continuamente por la
sensibilidad, el ideario, el tipo de vida y el ideal social al que se aspiraba.
En el 2000, cuando los prisioneros izquierdistas y nacionalistas habían salido
de las cárceles y la mayoría de los islamistas que seguían vivos también,
aparecieron signos de un cambio hacia otro tipo de colaboración, una
colaboración subjetiva. Es decir, un acuerdo en los paradigmas y el pensamiento
en la efímera “primavera de Damasco”, un retroceso de los límites ideológicos
en el pensamiento de los opositores laicos, y la hegemonía de una apuesta democrática
básica en la oposición laica. Los Hermanos Musulmanes emitieron en mayo de 2001
un documento llamado Pacto de Honor Nacional en el que se comprometían a un
modelo de Estado y de régimen político que los acercaba al sector general de la
oposición en el interior y en el que pensaban en el islam como un “referente
cultural”. Por medio de las páginas portavoces de los Hermanos o próximas a
ellos, unos pocos programas de televisión y algunos encuentros fuera del país
entre dirigentes de los Hermanos y opositores conocidos del interior, se creó
una red de interacciones entre los opositores e islamistas sin precedentes en
la historia de Siria desde el inicio del gobierno baasista.
A finales de 2004, los islamistas publicaron un documento
ampliado llamado Proyecto Político para la Siria del Futuro, que unía los
compromisos del Pacto de Honor Nacional y su “enraizamiento” de pensamiento y
jurisprudencia islámica, y que establecía un concepto de democracia centrado en
torno a las urnas y el gobierno de la mayoría. Poco después, sacaron un
documento sobre el sectarismo, que aunaba el centralismo islámico y la igualdad
basada en: nosotros (los musulmanes suníes, se entiende) tenemos los mismos
deberes y obligaciones que ellos. En otoño de 2005, los Hermanos musulmanes se
unieron a la coalición de la Declaración de Damasco unas pocas horas después de
anunciarse, llegando a la cima del acercamiento político entre la oposición
interior y los Hermanos Musulmanes.
Unos meses después de unirse a la Declaración de Damasco,
participaron con el vicepresidente sirio, Abdel Halim Khaddam que había
desertado del régimen recientemente, en la creación del llamado Frente de
Salvación Nacional.
A pesar de que los Hermanos anunciaron que suspendían su
oposición al régimen, por su postura durante el ataque israelí contra Gaza a
finales de 2008 y principios de 2009, el mismo régimen se encargó de que se
quedaran en el sector opositor y en la posición del agente de cambio al menos
en principio. En cualquier caso, el grupo volvió a la oposición tras la
revolución.
La característica general desde hace más de una década es el
intento de los islamistas de entrar en el ámbito político sirio y participar
con otros, desde una postura opositora y de cambio en su mayoría.
Tras la revolución han aparecido dos elementos nuevos en lo
que respecta a la participación de los islamistas con el resto de opositores.
El primero son los frecuentes y ruidosos intentos de los
Hermanos por dominar las instituciones de la nueva oposición creadas durante la
revolución: el Consejo Nacional Sirio y después la Coalición Nacional de las
Fuerzas de la Revolución y la Oposición. No puede limitarse la crítica a los
Hermanos por intentar dominar, pero es lícito, pues es una fuente de
preocupación y que hace retroceder la confianza entre los participantes.
El segundo y más importante elemento es el ascenso de los
grupos combatientes islámicos externos al marco de los Hermanos, con ideología
salafista y algunos de los cuales son agrupaciones yihadistas, que consideran a
los Hermanos mismos laicos, y pueden incluso excomulgarlos. Algunos de estos
grupos, como Da’esh (siglas árabes del Estado Islámico de Iraq y Siria)
consideran hereje a todos los que les contradicen y se trata de una fuerza
fascista que pretende dominar los recursos públicos y la vida social en las
zonas donde tiene presencia, y pretende destruir los otros grupos civiles y
militares relacionados con la revolución. Otros, como el Frente de Al-Nusra,
Ahrar al-Sham o el Ejército del Islam no han cometido crímenes equiparables a
los de Da’esh, pero su paradigma ideológico y político no dista mucho del de
este. Lo que comparten estas corrientes es que sus líderes estuvieron en las
cárceles del régimen tras la aparición de grupos salafistas relacionados con la
lucha iraquí, con contradictorias relaciones con el aparato sirio.
No estamos aquí ante corrientes políticas marginadas y
reprimidas, sectores de las cuales se fueron hacia el extremismo, sino ante
grupos apolíticos en esencia, que se parecen a los servicios de inteligencia
más que a los partidos políticos. El mundo del pensamiento de estos grupos no
va más allá de la literatura incitadora, y de la dependencia esclava del
salafismo yihadista, y comparten una total atrofia de la dimensión espiritual y
de fe de la religión islámica misma, además de todo lo relacionado con el mundo
cultural y ético moderno.
Estos cambios parecen un segundo paso en la regresión del
Estado y la política en Siria, tras el gran primer paso de la creación del
reino asadiano. Los tropiezos de la revolución siria han conformado un ambiente
propicio para otro segundo paso regresivo, la creación de feudos militares
religiosos, de los cuales el reino de los Asad es un modelo análogo. En
resumen, ha habido una transformación de los islamistas que han pasado de ser
un agente de cambio en principio, a ser una gran carga nacional y social, y a
una fuerza de desintegración y fragmentación que complete la acción destructora
principal del fascismo asadiano. Es una transformación acompañada de un
rediseño del mapa del islamismo mismo en beneficio de las corrientes salafistas
-la combatiente y la yihadista-, y en detrimento de la corriente de los Hermanos.
¿Cómo pueden actuar los Hermanos en relación con esta
situación? Está claro hoy que no son el tronco de las fuerzas islámicas, ni su
paraguas unificador, y que ni siquiera las lideran. Si bien no se puede
descartar que se “salaficen” al estilo de lo describió el difundo Hussam
Tamam acerca de los Hermanos egipcios, tampoco puede descartarse que se dividan debido
al proceso de enraizamiento político interno que está teniendo lugar en los
ambientes suníes sirios y la amplia reconstrucción en los centros islámicos.
Cierto es que antes del golpe baasista, ya se habían dividido por las
diferencias entre los Hermanos damascenos liderados por Issam al-Attar y los
Hermanos de Alepo y los de Hama (Marwan Hadid, Abd al-Fattah Abu Ghudda y otros).
Sería natural que las circunstancias actuales provocasen movimientos tectónicos
y terremotos incontrolables en el proceso mismo de reconstrucción de los
Hermanos, y puede que la división entre los alepinos (dirigidos por Ali Sadr
al-Din al-Bayanouni) y los hamawíes (dirigidos por el líder Riyad Shaqfa) sea
su máxima expresión.
Este gran cambio en la postura de los islamistas en el
contexto de amplia reconstrucción que está teniendo lugar en el país, no
tardará en provocar reacciones de pensamiento y políticas adecuadas, diferentes
y contrarias a las de las tres décadas pasadas y en una dirección laica
liberadora en contra del laicismo fascista de los asadistas y de sus agentes
ideológicos. No hay duda de que en el continuo enfrentamiento con el régimen
asadiano las posibilidades de diferenciación ideológica y política se reducen
en el nivel nacional, y más entre los propios islamistas, pero la guerra viene
impuesta por los grupos fascistas radicales y la lucha ya no es una elección.
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