Autor: Yassin al-Haj Saleh
Fecha: 19/12/2024
El señor Ahmad al-Sharaa dijo hace unos días que un comité de expertos está trabajando en la elaboración de una nueva constitución siria. Esto no está bien: la constitución es la ley fundamental del Estado, el equivalente legal de la soberanía, el documento que prevalece sobre el resto y, por ello, debe emanar de una asamblea constituyente elegida, que responda ante sí misma por haber sido elegida y que no dependa de un comité de expertos dirigido por quien lo ha nombrado. Cualquier cosa que emane de un comité dirigido de esa manera no va a contar con más respeto general que las constituciones del difunto gobierno asadiano.
La idea de una constitución elaborada por un comité de expertos no es acorde a la gran transformación histórica que Siria está presenciando -la más grande de su historia desde la independencia- ni tampoco al principio de gobierno constitucional, que es un gobierno que está limitado y no es absoluto: todo lo contrario del gobierno asadiano. Tampoco es acorde con precedentes fundamentales de la historia siria anteriores a la eternidad asadiana.
En primer lugar, el país está saliendo de un gobierno colonial interno, el gobierno de la tortura, las cárceles y las matanzas, en continuo estado de excepción, el gobierno de las instrucciones y las órdenes -y no de las leyes y la constitución-, de la política del "divide y vencerás" -y no del desarrollo de la confianza nacional entre la pluralidad siria-, del principio colonial de protección de las minorías, y no de la ciudadanía y la igualdad política y de derechos.
Todas estas son características coloniales, por lo que hacer uso de ese adjetivo no es para hablar mal del difunto gobierno dinástico. La estructura colonial interna fue lo que allanó el camino para que el régimen invocara a fuerzas coloniales externas para que vinieran a matar con él a sus gobernados: Irán, sus satélites y Rusia. Así, la misión que tienen hoy los sirios frente a sí, tras cerrar el capítulo del colonialismo interno, es la que se le impone a un país que se acaba de liberar del colonialismo: la construcción nacional. Es decir, la misión de construir un Estado y sus instituciones -particularmente, el ejército y las fuerzas de seguridad-, en cuya totalidad del territorio impere la seguridad, y en el que se desarmen todas las posibles milicias, quedando el monopolio de las armas en manos del gobierno estatal, como dijo Ahmad al-Sharaa con razón. Se trata también de unificar a Siria geográficamente. De esa construcción nacional, forma parte también la reforma de la infraestructura educativa, sanitaria y judicial y, naturalmente, la reparación de las infraestructuras públicas destruidas en gran medida. Asimismo, debe avanzarse en el expediente de la justicia transicional y el enjuiciamiento de los grandes delincuentes (que pueden ser varios centenares) y la inhabilitación política de sus colaboradores (que quizá sean varios miles) durante unos años determinados o de por vida. También debe descubrirse qué ha sido de los perdidos y desaparecidos forzosos, tanto en manos del régimen como de otras milicias que participaron en dicha tarea -de todos aquellos sirios que quedaron a su merced-, aprovechando que el país se había convertido en una selva o en un paraíso para el delito y la huida del castigo.
También forma parte de la construcción nacional todo el debate sirio previo que se ha producido en las redes sociales, en los periódicos, en las revistas, en los canales por satélite, en los seminarios electrónicos, etc., y que debe darse de forma menos espontánea y desordenada, logrando todo su alcance, aclarando sus problemas y materializando sus cuestiones. También forma parte de dicha construcción nacional la elección de una asamblea constituyente que elabore una constitución para el país, basándose en dicho debate público, la historia de la revolución siria y el conjunto de la historia del país como entidad política nacional moderna. No será una asamblea soberana si no se elige y la constitución no gobernará las leyes si no emana de una asamblea soberana. Dicha asamblea, tras la elaboración de la constitución, se transformará en un parlamento, o bien se disolverá y se elegirá un parlamento, asamblea nacional, consejo del pueblo…
Son muchas cosas que no pueden suceder de un día para otro: es necesaria una etapa de transición, un periodo de entre uno y dos años, durante los que se imponga la paz social, se calmen las reacciones, se relajen las almas, mejoren los servicios y se dé la oportunidad a las distintas sirias y sirios de organizar sus fuerzas y formar sus asociaciones y organizaciones políticas, sociales y profesionales, y permitir que la sociedad siria recupere algo de su carácter civil, de cara a las elecciones, la asamblea constituyente y la constitución.
Si tenemos en cuenta, vista nuestra experiencia histórica de la época poscolonial, que la piedra angular de la construcción nacional es la construcción ciudadana -es decir, invertir en la libertad de los sirios y la independencia de sus cerebros y mentes-, se verá que es necesario echar el freno y darnos a nosotros y nuestra sociedad la oportunidad de respirar y controlar el alma. Quizá, durante ese periodo de transición, se produzcan iniciativas para reforzar la paz civil: iniciativas civiles, pero también de las posibles fuerzas políticas y de la facción que actualmente domina.
Puede decirse que, en un año o dos, esta facción reforzará su posición e impondrá sus visiones y normas, por lo que no organizará un proceso electoral sin garantizar sus resultados previamente, algo que, en realidad, no es descartable si el ambiente le favorece. También puede existir, relacionada con el momento revolucionario actual, la idea de que es imperativo llevar a cabo la nueva fundación estatal ahora, tal vez en uno o dos meses, o quizá cuando termine el actual periodo de gobierno de Muhammad al Bashir el próximo mes de marzo, en lugar de dentro de uno o dos años. Pero es que simplemente eso no es posible. Geográficamente, el país sigue sin estar completo y las tres provincias de la zona de la Jazira, o importantes sectores de ellas, siguen fuera del control de la nueva autoridad. Además, celebrar elecciones generales sin ceñir las armas a la autoridad central deja a los potenciales electores bajo la autoridad de las milicias.
Si nos fijamos en las dinámicas que tenemos hoy ante nosotros, tal vez veamos que una nueva autoridad va tomando cada vez más forma, y que, al mismo tiempo, van apareciendo más y más resistencias. El ascenso y expansión de las resistencias sociales y su organización es en lo que debemos confiar de cara a un sistema político racional. La razón de un sistema político en un país es relacional y no es simplemente lo que está en las cabezas de los individuos que ocupan los puestos más altos del gobierno o sus agrupaciones. El sistema es menos racional cuando no se equilibra con algo que no sea la pluralidad religiosa y cultural, que es lo único en lo que piensan los islamistas, incapaces de superarla para llegar a la pluralidad política real, mucho más conectada con el mundo de hoy, las aspiraciones actuales de la gente y los intereses del presente. Más aún, solo esa pluralidad puede mantener el sistema político abierto a nuevas fuerzas y nuevas ideas. No nos ha faltado pluralidad religiosa y cultural en la era asadiana, sino que, por el contrario, se ha patrocinado de la forma más completa posible: lo que nos ha faltado es, específicamente, la pluralidad política y de organizaciones, programas y filosofías.
En lo que respecta únicamente a la pluralidad religiosa y confesional heredada, funciona la lógica de dar tranquilidad, que se adoptó durante los primeros días de la liberación de las grandes ciudades, pero está a punto de agotarse anticipadamente. Desde ahora, todo debe regularse con leyes y normas conocidas que remitan a la ciudadanía, los derechos humanos y las libertades generales. Hoy nos encontramos en un momento preconstitucional, el tiempo de la construcción de las organizaciones y los partidos, el tiempo de las experiencias y ejercicios de gestión de la vida pública en la nueva Siria, sobre bases fundamentadas en la pluralidad, el diálogo y la confianza.
Los sirios necesitan que un espíritu positivo domine en su país para recuperar su patriotismo (y sacarlo de las garras del sectarismo y las dependencias extranjeras). Hemos sido alienados y humillados durante décadas y la prioridad hoy es honrar ese sufrimiento terrible que la mayoría de sirios comparten de distintas maneras. La época de la humillación termina con la libertad y solo con ella, y no, claro, con un exceso de discursos sobre la dignidad. Y entre los significados de la libertad está que los sirios elegidos gobiernen su país y que exista alternancia en el poder por medio de elecciones libres celebradas periódicamente. Eso es lo que se supone que la constitución debe regular, una constitución que elaborarán quienes sean elegidos por el pueblo y no un comité de expertos desconocido, conformado quizá por personas como Obeida Arnaut [1], cuyos miembros sean escogidos por quienes ostentan la autoridad.
Y no olvidemos, después de todo esto, que el objetivo de la constitución es que el gobierno sea constitucional: limitado y no absoluto. Y eso no se logrará si la constitución no emana de una estructura que solo responda ante sí, que en la historia de Siria se conoce como asamblea constituyente. Como expuso en su artículo de ayer en Al-JumhuriyaMuhammad Ali Atassi [2], ha de instaurarse un gobierno constitucional limitado en cuanto a competencias y a su tiempo de mandato, pues un gobierno no limitado lo más probable es que sea un monstruo abominable, un ogro. Y eso es lo que era hasta ahora. La idea de gobierno constitucional se basa en que no existen gobernantes que por su persona o creencia estén exentos de la corrupción y la tiranía, como demuestra más que de sobra nuestra historia y las de otros. Estar regulado por normas generales acordadas entre todos es lo único que protege a la sociedad de la tiranía. Dichas normas generales obligatorias son lo que llamamos constitución.
[1] Portavoz del gobierno de transición actual, que declaró que las mujeres no están capacitadas por su naturaleza biológica para determinados puestos, como el de Ministra de Defensa.
[2] Se trata de un artículo sobre la constitución siria de 1950. Puede leerse en árabe aquí.