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jueves, 12 de abril de 2018

Sobre los significados y efectos del posible ataque estadounidense


Texto original: Al-Jumhuriya 

Autor: Sadek Abed al-Rahman

Fecha: 12/04/2018




¿Hará realidad EEUU las amenazas de Trump de lanzar un duro ataque contra el régimen de Asad? ¿O acabará siendo todo una farsa, como sucedió en 2013 cuando se firmó el ominoso pacto químico? Aún no está claro, pero sí se puede añadir una pregunta: ¿cómo sabemos que la ejecución del ataque no desembocará también en una farsa?

El comportamiento de las grandes potencias y las potencias regionales tiene un aspecto bastante similar al de una secuencia de farsas durante los últimos años. Recordemos algunas de ellas: “la tormenta” saudí Hazm que acabó en un triste fracaso y en crímenes de guerra de unos y otros [en Yemen], el conflicto saudí-qatarí que en algunas ocasiones era tan gracioso como patético; la “alianza” turco-iraní-rusa en relación al expediente sirio, la conferencia de Sochi, cualquier sesión del Consejo de Seguridad sobre el expediente sirio, etc.

En lo que respecta al posible ataque estadounidense, todo parece también, hasta el momento, una farsa, independientemente del desenlace. Se ha producido una guerra de exterminio y un desplazamiento forzoso en directo en Al-Ghouta oriental, pero las quejas internacionales, en el mejor de los casos, no han ido más allá de furiosas condenas, en un ambiente internacional que insinuaba que lo que Asad y sus aliados debían hacer era acabar pronto con la misión, para que todo termine y podamos comenzar a implementar las medidas de cara a fijar a Asad en su asiento. La mejor prueba de ello fueron las declaraciones del heredero saudí en las que dijo que Al-Asad se iba a quedar y que debía mantenerse fuerte para no convertirse en un juguete en manos de Irán.

Al-Asad comete su nuevo crimen químico en Duma, y la situación se pone patas arriba. Comienzan el intercambio de declaraciones incendiarias y la broma de las sesiones del Consejo de Seguridad y Trump anuncia que su país está a punto de lanzar un ataque militar. Y entonces, muchos se desdicen. La colaboración turco-rusa en lo que respecta al expediente sirio se tambalea, mientras Lavrov y Erdogan se dirigen tensos mensajes en relación al destino de Afrin. El propio heredero saudí dice que su país está dispuesto a participar en el bombardeo del régimen sirio.

Trump anuncia en más de una ocasión, por Twitter, que los misiles están listos para dirigirse contra sus objetivos y aumenta el tono de sus declaraciones contra Rusia. Por su parte, el régimen sirio comienza a cambiar las posiciones en las que se concentran sus fuerzas. Y entonces la Casa Blanca dice que aún no se ha tomado la decisión de atacar, y que ese ataque del que habla Trump es solo una de las opciones en Siria.

No hay duda, pues, de que se están produciendo negociaciones bajo cuerda, lejos de Twitter y Facebook, relacionadas con cosas que nadie hace públicas y que perfilan el futuro de millones de seres humanos en nuestro país devastado, sin que ellos mismos sepan qué les espera más allá de la muerte que parece no tener fin.

Los datos de los que disponemos y la naturaleza puramente “cínica” y descarada de los gobernantes del mundo y la región, indican que el ataque, sus conversaciones y sus tuits están relacionados con la lucha por la influencia entre EEUU y Rusia en la zona y en el mundo y, a su sombra y en sus márgenes, una lucha similar por la influencia regional entre israelíes, iraníes, turcos, saudíes y qataríes, con todas sus ramificaciones, complejidades y estupideces. Esto, naturalmente, significa que el ataque, en caso de suceder, no servirá de nada a los sirios, si no es por casualidad. Esa esperanza es precisamente lo que lleva a cientos de miles de sirios contrarios al régimen a esperarlo con el corazón en vilo.

Muchos siguen repitiendo esta cómoda y fácil expresión: “¿Acaso pensáis que a EEUU le importan los Derechos Humanos y el dolor de las víctimas? Si es así, sois idiotas, porque EEUU solo se mueve por sus intereses”. Lo que pretenden con esto es criticar a quienes se alegran de la posibilidad de que el ejército estadounidense haga realidad la promesa de Trump. Pero esta expresión está vacía de significado, porque el pequeño niño en Siria ya sabe que a EEUU, y también los líderes de este mundo que se estrecha cada vez más ante nuestros ojos, les da igual el dolor de los sirios; sin embargo, si se produce el ataque, su objetivo será una parte de las fuerzas que sacrifican a los sirios contrarios a Asad, y quizá eso cambie la situación actual de forma que ponga algo de freno a los monstruos desbocados en Siria. Esa es la única esperanza que queda. No hay duda de que quien no espera nada que no sea el exterminio, el desplazamiento forzoso y la humillación se alegrará de cualquier cosa que pueda cambiar la ecuación.

Quizá el ataque no se produzca siquiera, y todo termine con un entendimiento ruso-estadounidense sobre asuntos que nadie anunciará, y que iremos descubriendo según sus resultados día tras día. O quizá sea un ataque limitado, solo para salvar la cara de EEUU y sus aliados; o que sea más amplio y efectivo, de forma que se derrote a Irán y lo que queda del ejército sirio, dejando el escenario a merced de un acuerdo exclusivamente ruso y estadounidense. Todo eso sigue siendo posible, pero no debemos olvidar que cualquier ataque militar que no implique obligar a Bashar al-Asad a aceptar la idea de una transición política será de escasa utilidad en lo que se refiere a detener el asesinato en Siria, o quizá totalmente inútil.

Sea como fuere, no hay duda de que lo que ha sucedido en los últimos días ha abierto una pequeña ventana de esperanza a esos sirios contra cuyas ciudades y pueblos parece dirigirse sin obstáculos la máquina de exterminio, en una terrible y continua historia de muerte anunciada. También ha mostrado la debilidad del régimen de Bashar al-Asad y lo absurdo de sus pretensiones de fortaleza, dejando claro que lo que ha permitido a este asesino en serie desbocado cometer sus crímenes son las políticas internacionales que han llegado al límite de la burla y la mentira, lo que anuncia el desplome del mundo sobre nuestras cabezas.

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