Texto original: Al-Quds al-Arabi
Autor: Elías Khoury
Fecha: 07/06/2016
Cuarenta y nueve años después de la triste derrota del 5 de
junio, la gente en nuestros países sigue sin saber lo que pasó en esos seis días,
que fueron suficientes para convertir el sueño nacionalista en una pesadilla.
Abdel Nasser, en su famoso discurso de renuncia, dijo que los esperábamos por el
este y llegaron por el oeste (Fíjense en la exactitud de las palabras de Muhammad
Hasanein Haikal [1], pues en vez de utilizar la palabra dimisión, en vez de
llamar a lo que había sucedido por su nombre, se inventó la expresión Naksa,
derrota).
Las fuerzas del Baaz sirio gobernante dijeron que Israel
había fracasado porque si objetivo era derrocar a los regímenes “progresistas”.
Así, ¡sacrificamos la tierra y salvamos al régimen! La expresión “Al-Naksa”
esconde lo que la expresión baazista dejó claro; pues si lo que había sucedido
era una derrota, la permanencia del régimen y el retorno de Nasser tras su
renuncia podía entenderse como una victoria. Así fue cómo el régimen se eximió
a sí mismo de dar explicaciones sobre la derrota y el rendir cuentas se
consideró como parte de la conspiración imperialista.
Sin embargo, este encubrimiento de Haikal de la derrota no
pudo impedir que llegaran las conspiraciones golpistas. ¿Se estaba preparando el
mariscal de la derrota, Abd al-Hakim Amer, para un golpe militar que fue
abortado, o fue el “suicidio” del mariscal el encubrimiento final que cerró el
expediente? Nadie lo sabe. En Siria, la pregunta a la que nadie ha dado
respuesta es cómo y quién dio la orden de retirarse de Quneitra antes de que
cayera. ¿Pretendía el teniente Hafez al-Asad proteger al ejército del régimen y
así poder utilizarlo para alcanzar el poder? ¿Qué pasó?
Las preguntas sobre la derrota siguen pendientes y nadie las
ha respondido. En archivo militar israelí sobre la guerra está disponible para
los investigadores; sin embargo, los archivos egipcio y militar se esconden
tras el polvo del discurso político, y nadie puede acercarse a ellos. Ello nos
permite decir que los israelíes no se han conformado con escribir nuestro
destino, sino que también escriben nuestra historia.
No podemos leer la derrota y comprenderla a falta de los
archivos y documentos de los tres ejércitos árabes derrotados. Nuestras
preguntas siguen pendientes, y así seguirán, a no ser que recurramos a la
inferencia y la suposición, o leamos a nuestra manera la versión israelí de la
guerra, que es la única completa disponible.
Sin embargo, la ausencia de datos políticos y militares no
impide hacer preguntas obvias, como por ejemplo, cuál fue el objetivo del
cierre del estrecho de los estrechos de Tirán. ¿Es que Naser ignoraba que dicho
cierre suponía una declaración de guerra? ¿O quizá pensaba que el ejército de
Amer podía enfrentarse militarmente? ¿Tal vez estaba lanzando un órdago
pensando que Israel no se embarcaría en la guerra?
Pero la gran cuestión no está relacionada exclusivamente en
el escándalo de la destrucción de las armas de la aviación egipcia en las
primera shoras de guerra, sino principalmente con por qué el ejército de
infantería no luchó tras ser destruida la aviación. ¿Por qué se retiraron de
esa forma tan desordenada, triste y vergonzosa? ¿Quién dijo que el ejército era
incapaz de luchar después de que la aviación israelí quedara expuesta? ¿Quién o
quiénes fueron los “profetas” de este vergonzoso militarismo árabe, que
decidieron que el Sinaí no podía luchar, y que Egipto, y con él, todos los
árabes, debían probar la amargura de una difamación histórica terrible?
Se trata de preguntas para las que no tenemos datos
concretos que nos permitan responderlas. La ocultación de estos datos hasta
nuestros días es parte del paradigma de la continua derrota desde junio de
1967, que ha dejado la política y la cultura árabes presa de la interpretación
culturalista de una derrota militar y política que se ha leído fuera de su
contexto. La derrota militar política debe analizarse primero en los niveles
militar y político, antes de llegar al nivel interpretativo en el que se han
embarcado muchos intelectuales, ayudándose del diccionario orientalista.
Es ahí donde reside la esencia del asunto. Antes de hacer
una interpretación cultural de la derrota, es más útil intentar entender la
razón de que su archivo y documentos militares sigan ocultos, lo que nos
permitirá comprender la trayectoria del crimen que han cometido los regímenes
de la dictadura. El objetivo principal de la retirada de los ejércitos cuando
comenzó a entreverse la superioridad militar israelí fue la protección de
dichos régimenes, así de sencillo. Quizá Amer pensó en mantenerse sobre los
restos de su ejército, pero no evaluó correctamente el desastre del que había
sido víctima. Ello permitió a Nasser acabar con él fácilmente después de que
granara en su discurso de renuncia. En el caso sirio, no necesitamos suponer
nada. La victoria del teniente ministro de Defensa comenzó con su retirada de
Quneitra. La protección del aparato del régimen era lo fundamental, aunque para
ellos se destruyeran las ciudades sirias y cayeran en manos de la ocupación.
Esa es la ecuación del 5 de junio que ha llegado a su culmen en Alepo.
Desde Quneitra, pasando por Hama y así hasta llegar a Alepo,
Homs, Al-Ghouta, Deir Ezzor y Daraa, el proyecto es quemar y destruir el país
si la autoridad mafiosa militar se ve amenazada. El juego está claro y ya no es
necesario aclarar nada, después de que el militarismo árabe gobernante nos haya
explicado no solo que Palestina y su tragedia no le importan, sino que no le
importan tampoco los países donde gobiernan, salvo como puntos en los que
eternizar su poder. Por eso, los ejércitos árabes no lucharon en 1967, y la
derrota de junio fue de mayor envergadura que la Nakba. En la Nakba, cuando la
guerra fue meramente simbólica, los andrajosos y débiles regímenes árabes que
trabajaban bajo la capa del imperio británico ya en su ocaso jugaron con la
guerra para lograr su influencia regional. Frente a ello, en la guerra de
junio, comenzó a descubrirse dicho juego, que en la guerra de octubre de 1973
ni siquiera se preocupó de tapar sus vergüenzas. Dicha guerra fue un intento de
recuperar una legitimidad que parecía haberse perdido en 1967.
Hoy en Siria comprendemos por qué nos derrotaron los
regímenes de la dictadura árabe. Hoy, en medio de la completa destrucción
siria, comprendemos por qué el teniente ordenó a su ejército que se retirara del
Golán, y estamos viviendo los últimos momentos de la misión de este ejército.
Ahí está, destruyendo sin piedad, entregando el país a los ejércitos
extranjeros, invocando intervenciones exteriores, y generando su brutalidad, la
brutalidad del Daesh, lla de Al-Nusra, etc.
Cuando el mariscal egipcio vendió Tirán y la isla de Sanafir,
no encontró lógica alguna que justificara la renuncia a la entrada de Aqaba,
por la que Egipto había pagado un precio muy alto con la sangre de sus
soldados. Sin embargo, si unimos lo que sucede en Egipto y Siria, a pesar de
las amplias diferencias existentes entre ambos países, con los días negros de
junio, entenderemos el abismo que se abrió en esos seis días que hoy se traga
lo que nos quedaba.
[1] Conocido presentador egipcio fallecido recientemente,
polémico defensor de teorías conspiracionistas.
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