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martes, 9 de diciembre de 2014

La especificidad de la causa de los cuatro secuestrados de Douma

Texto original: Al-Quds al-Arabi

Autor: Yassin Al-Haj Saleh

Fecha: 03/12/2014




Los activistas y aquellos preocupados por lo que sucede en Siria tienen ciertas reservas en torno al interés particular que han suscitado los cuatro secuestrados de Douma: Samira Al-Jalil, Razan Zaytouneh, Wa’el Hammada y Nazem Hamadi. Puede que se pregunten: “¿Por qué no hay tanta preocupación por otros detenidos, ya sea en manos del régimen, de Daesh o de quien sea?”. Zahran Alloush, el primer sospechoso de haber cometido este crimen dio su opinión sobre el asunto, preguntándose por la razón de lo que a él le parecía una preocupación hiperbólica por Razan Zaytouneh, obviando a Samira, Wa’el y Nazem, que fueron secuestrados con ella, y sugiriendo que era necesario preocuparse por las “mujeres de los musulmanes” detenidas por el régimen. Sin embargo, en contra de tal opinión, creo que la cuestión no ha recibido el interés que merecía, especialmente en el nivel político. Si no hubiera sido por los seres queridos y amigos de los detenidos, estos habrían caído en el abismo del olvido.

No sorprende que los amigos de Samira, Razan, Wa’el y Nazem sean personas que trabajan en el ámbito público, capaces de mantener un amplio interés relativo por su causa. Esto se debe a que estas dos mujeres y hombres estaban en el núcleo de la actividad pública democrática desde el inicio del presente siglo, y Samira en concreto desde los años ochenta del siglo pasado. Es bien conocido además que fue detenida entre 1987 y 1991 por su actividad en una organización de izquierdas opositora. Y ahí radica el elemento principal de esta cuestión: los cuatro eran opositores conocidos del régimen asadiano desde muchos años antes del inicio de la revolución, y no se trata de personas cuyas historia de lucha haya comenzado con ella. Los cuatro han dejado registro de una acción pública fructífera, organizada en torno a una visión intachable ética y política previa.

En segundo lugar, los cuatro llegaron a una “zona liberada” porque el régimen los buscaba y con la esperanza de retomar su actividad pública en condiciones más favorables y libres. Siempre insistieron en integrarse en el entorno local y buscar en él compañeros (de misión), y eso fue lo que hicieron desde que la primera de ellos, Razan, llegó a Al-Ghoutta, la última semana de abril de 2013. Su idea de acción pública es la de trabajar con la gente, toda la gente, y no solo dedicarse a la alta política de los estados, como aquellos que viven en las estrellas. A pesar de que ninguno sentía que iba a un lugar extraño en el que necesitaran una protección especial, el vademécum de la hospitalidad, por no decir los principios más básicos de la revolución, exigían que se protegiera a dos mujeres y dos hombres que llegaron a la zona perseguidos por el régimen.

En tercer lugar, los secuestradores no son el régimen asadiano ni Daesh, sino fuerzas locales de Douma, en concreto una fuerza llamada Ejército del islam, que también tiene peso en otras zonas de Siria, además de tener representación de algún tipo en la Coalición Nacional, pues está considerado como una fuerza revolucionaria. El crimen lo cometió una formación que se supone que está interesada en primera y última instancia en enfrentarse al régimen y proteger a los ciudadanos de este, y que extrae su legitimidad de este deber concreto y de nada más. Ello presupone algún tipo de ayuda material y política en nombre de la revolución y a cuenta de la misma.

El régimen trabaja para destruir la revolución, su causa y toda nuestra sociedad, y no ha dejado de bombardear Douma y Al-Ghoutta oriental. Por tanto, sus crímenes no nos sorprenden. Daesh es una formación criminal que no esconde su enemistad con la revolución, los activistas civiles y lo que estos representan. Pero quien ha cometido este crimen ha sido una formación militar religiosa que espera, junto con muchos otros, que no la critiquemos porque se enfrenta al régimen asadiano agresor. ¿Cómo se come eso?

¿Cómo se calla uno ante tal atrocidad con el pretexto del enfrentamiento con el régimen? ¿Acaso quien comete un crimen como este está de veras interesado y preocupado por la lucha contra el régimen a favor de la vida y la libertad de los sirios? Si hay quien cree que el ejército de Zahran está de veras comprometido con la revolución, o que al menos es fiel en su lucha por “liberar las ciudades del tirano” (según respondió el portavoz del Ejército del islam a una acusación directa del escritor de estas líneas poco después del secuestro), que le presione para que libere a los secuestrados, y no mine su fama con prácticas asadiano-daeshíes contra activistas desarmados; y que diga a los secuestradores que enfrentarse al agresor asadiano no supone dedicarse a secuestrar a la gente, encarcelarla y eliminar cualquier dato sobre ellos.

Por nuestra parte, no creemos que sea posible que un verdugo sea un liberador, y quien quiera pruebas que busque en la historia del régimen asadiano, verdugo del pueblo sirio solo preocupado por su autoridad, hecho que le llevó a vigilar las fronteras con el territorio sirio que ocupan los israelíes para proteger a Israel y su mantenimiento. ¿Podemos ser portadores de la misma causa que quien secuestró a los cuatro activistas? Su crimen no solo lo impide, sino que, más bien, nos dice que nos consideran enemigos.

Y aquí radica la cuarta razón de la especificidad de esta cuestión y la necesidad de que se le dedique más interés y no menos. Ellos cuatro nos representan, representan a la revolución siria con sus valores liberadores, no como una lucha por el poder. Representan la política desde abajo, con la gente, y no desde arriba. Representan la ampliación de horizontes de pensamiento, y de horizontes políticos y éticos, no su estrechamiento o la cerrazón de las almas. Representan lo público y patriótico en nuestra revolución y la elevación por encima de los lazos sectarios, no el aferramiento a ellos y la lucha en su nombre.

No fueron secuestrados y ocultados por infringir una ley conocida, sino porque representan un modelo diferente de pensamiento, política y valores. Así, la insistencia en que se les dedique más atención y en que se ejerzan presiones simbólicas, políticas y legales sobre los secuestradores supone una autodefensa, tan legal como lo era la autodefensa armada contra la máquina de muerte del régimen.

No hay lógica ni principio justo que permita a nadie dedicar menos interés al destino de las y los secuestrados. Por el contrario, se pide un interés general mayor por todos los secuestrados, detenidos y desaparecidos, y que no se deje a sus familias solas. El ideal al que aspirar es que todos los secuestrados y detenidos obtengan el grado de atención general que aquel que tenga más eco.

Lo que pedimos y esperamos que otros pidan, como organizadores de la campaña de solidaridad con los cuatro detenidos y de presión a los delincuentes, es que se mantenga la unión entre la cuestión de los cuatro secuestrados de Douma y los detenidos y encarcelados por el criminal asadiano, y entre los secuestrados y desaparecidos a manos de Daesh. Pedimos que se ponga de manifiesto la unidad del sufrimiento a manos de los tres agresores, y la unidad del significado de la acción por la libertad de todos ellos y la libertad y dignidad de todos los sirios. ¿No es esa nuestra causa? ¿No fueron la libertad y la dignidad las que hicieron estallar la revolución?

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