Texto original: Al-Sharq al-Awsat
Autor: Abd al-Rahman al-Rashid
Fecha: 10/04/2012
Entre las paradojas de la crisis siria están las
advertencias que se lanzan a los países que exigen que se apoye al pueblo
sirio, mientras que nadie ha hecho nada para detener a los países que apoyan a
las fuerzas del régimen armadas hasta los dientes, y que a diario llevan a cabo
destrucciones sin dar importancia a ninguna de las sanciones internacionales o
al movimiento al que se enfrentan. Las actividades diplomáticas, en vez de ir
encaminadas a cercar al régimen, como sucedió en Libia y antes en Iraq y
Serbia, han ido encaminadas en la dirección opuesta.
Siria y sus aliados han dado un nuevo paso cuyo objetivo es
atemorizar y perseguir a los países que apoyan al pueblo sirio, como Turquía,
Arabia Saudí o Catar, advirtiéndoles de que no armen a la oposición. Mientras,
vemos que las armas que utiliza la oposición en la guerra de barrios y calles
no son más que fusiles y armamento ligero, exceptuando algunas armas contadas
que consiguieron los revolucionarios en un almacén de municiones hace más de
dos meses, y lo que arrebatan a los soldados del régimen cuando atacan los
barrios. Sin embargo, la mayor parte de las veces, los soldados del régimen llevan
municiones reducidas, ya que el ejército teme que se produzcan deserciones o
que los revolucionarios accedan a las armas.
Los que hoy se enfrentan al régimen en Homs, Hama, la
periferia de Damasco, Daraa y otros puntos del país son sirios de estas zonas y
barrios. Ellos, con un armamento rudimentario, han logrado sacudir a la mayor
potencia militar y securitaria árabe.
La nueva situación en esta lucha es que el régimen ha decidió
apoyarse en lo elevado del coste de la misma llevando a cabo destrucciones
masivas y salvajes asesinatos diarios, invirtiendo la ecuación internacional.
Originariamente, esta iba dirigida a avergonzar al régimen sirio y obligarle a acometer
amplias reformas; hoy la avergonzada es la comunidad internacional, porque el
régimen destruye más y mata de forma más salvaje, hasta el punto de que la comunidad
internacional ha reducido sus exigencias a que se ponga fin a la crisis
humanitaria de los civiles en Siria.
¿Cómo pueden los estados de la región y a los que les
importa lo que sucede poner fin al salvajismo del régimen que sabemos que
continuará aunque la revolución cese? Es necesario proveer a la gente de armas para
frenar al salvaje aparato del régimen, que no puede pararse por medio de iniciativas
políticas, ya que no se detendrá hasta haber borrado regiones enteras y haber
sumado unas cuantas decenas de miles de víctimas más. Si no se aumenta la
presión interna contra el régimen, no cederá en nada realmente y por tanto, el
enviado de Naciones Unidas y la Liga Árabe terminará pidiendo garantías de que los
manifestantes no dispararán y se permitirá a las fuerzas del régimen dominar
todas las ciudades y pueblos insurrectos. Finalmente, somos conscientes de que incluirá
en el gobierno a varios nombres de la falsa oposición para afirmar que ha
aceptado participar en un gobierno nacional, una obra de teatro que
representará junto a las autoridades iraníes y rusas.
Así, ni la revolución ni la guerra tendrán fin y solo podrá
detenerse la violencia del régimen apoyando a los ciudadanos sirios que
defienden a sus hijos, casas y barrios. Sin ese apoyo, el derramamiento de
sangre se perpetuará y las fuerzas del régimen continuarán con los asesinatos.
Esos asesinatos oficiales, como hoy los vemos, no tienen como objetivo
exclusivo el deshacerse de los revolucionarios,
o los llamados “grupos armados”, sino que su objetivo principal es
volver a implantar el miedo en las almas del pueblo, pues esa es la forma de
gobernar en la República Siria del Miedo. Estoy seguro de que el pueblo sirio
no aceptará dar marcha atrás, porque cuarenta años de gobierno de un régimen
policial que gobierna todos los detalles de la vida de los ciudadanos por medio
de los servicios de inteligencia y que impone la humillación y la tortura, no
pueden aceptarse de nuevo, independientemente de quien se siente en el sillón presidencial
en Damasco.
Los pocos países que apoyan al pueblo sirio en su tragedia
tiene pocas y difíciles opciones: abstenerse y que el régimen sacrifique a todo
su pueblo y después de convierta en un ogro regional más peligroso que los
anteriores, o bien esperar una resolución internacional que les otorgue el
derecho de apoyar directamente al pueblo o de apoyar a las fuerzas sirias
popularmente y cambiar el equilibrio de fuerzas de forma que bien hayan de
acometerse reformas políticas, o bien el régimen haya de ser cambiado por
completo por parte de los sirios.
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