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miércoles, 11 de abril de 2012

Atemorizar a los países de la zona para que no apoyen a los sirios


Texto original: Al-Sharq al-Awsat

Autor: Abd al-Rahman al-Rashid

Fecha: 10/04/2012



Entre las paradojas de la crisis siria están las advertencias que se lanzan a los países que exigen que se apoye al pueblo sirio, mientras que nadie ha hecho nada para detener a los países que apoyan a las fuerzas del régimen armadas hasta los dientes, y que a diario llevan a cabo destrucciones sin dar importancia a ninguna de las sanciones internacionales o al movimiento al que se enfrentan. Las actividades diplomáticas, en vez de ir encaminadas a cercar al régimen, como sucedió en Libia y antes en Iraq y Serbia, han ido encaminadas en la dirección opuesta.

Siria y sus aliados han dado un nuevo paso cuyo objetivo es atemorizar y perseguir a los países que apoyan al pueblo sirio, como Turquía, Arabia Saudí o Catar, advirtiéndoles de que no armen a la oposición. Mientras, vemos que las armas que utiliza la oposición en la guerra de barrios y calles no son más que fusiles y armamento ligero, exceptuando algunas armas contadas que consiguieron los revolucionarios en un almacén de municiones hace más de dos meses, y lo que arrebatan a los soldados del régimen cuando atacan los barrios. Sin embargo, la mayor parte de las veces, los soldados del régimen llevan municiones reducidas, ya que el ejército teme que se produzcan deserciones o que los revolucionarios accedan a las armas.

Los que hoy se enfrentan al régimen en Homs, Hama, la periferia de Damasco, Daraa y otros puntos del país son sirios de estas zonas y barrios. Ellos, con un armamento rudimentario, han logrado sacudir a la mayor potencia militar y securitaria árabe.

La nueva situación en esta lucha es que el régimen ha decidió apoyarse en lo elevado del coste de la misma llevando a cabo destrucciones masivas y salvajes asesinatos diarios, invirtiendo la ecuación internacional. Originariamente, esta iba dirigida a avergonzar al régimen sirio y obligarle a acometer amplias reformas; hoy la avergonzada es la comunidad internacional, porque el régimen destruye más y mata de forma más salvaje, hasta el punto de que la comunidad internacional ha reducido sus exigencias a que se ponga fin a la crisis humanitaria de los civiles en Siria.

¿Cómo pueden los estados de la región y a los que les importa lo que sucede poner fin al salvajismo del régimen que sabemos que continuará aunque la revolución cese? Es necesario proveer a la gente de armas para frenar al salvaje aparato del régimen, que no puede pararse por medio de iniciativas políticas, ya que no se detendrá hasta haber borrado regiones enteras y haber sumado unas cuantas decenas de miles de víctimas más. Si no se aumenta la presión interna contra el régimen, no cederá en nada realmente y por tanto, el enviado de Naciones Unidas y la Liga Árabe terminará pidiendo garantías de que los manifestantes no dispararán y se permitirá a las fuerzas del régimen dominar todas las ciudades y pueblos insurrectos. Finalmente, somos conscientes de que incluirá en el gobierno a varios nombres de la falsa oposición para afirmar que ha aceptado participar en un gobierno nacional, una obra de teatro que representará junto a las autoridades iraníes y rusas.

Así, ni la revolución ni la guerra tendrán fin y solo podrá detenerse la violencia del régimen apoyando a los ciudadanos sirios que defienden a sus hijos, casas y barrios. Sin ese apoyo, el derramamiento de sangre se perpetuará y las fuerzas del régimen continuarán con los asesinatos. Esos asesinatos oficiales, como hoy los vemos, no tienen como objetivo exclusivo el deshacerse de los revolucionarios,  o los llamados “grupos armados”, sino que su objetivo principal es volver a implantar el miedo en las almas del pueblo, pues esa es la forma de gobernar en la República Siria del Miedo. Estoy seguro de que el pueblo sirio no aceptará dar marcha atrás, porque cuarenta años de gobierno de un régimen policial que gobierna todos los detalles de la vida de los ciudadanos por medio de los servicios de inteligencia y que impone la humillación y la tortura, no pueden aceptarse de nuevo, independientemente de quien se siente en el sillón presidencial en Damasco.

Los pocos países que apoyan al pueblo sirio en su tragedia tiene pocas y difíciles opciones: abstenerse y que el régimen sacrifique a todo su pueblo y después de convierta en un ogro regional más peligroso que los anteriores, o bien esperar una resolución internacional que les otorgue el derecho de apoyar directamente al pueblo o de apoyar a las fuerzas sirias popularmente y cambiar el equilibrio de fuerzas de forma que bien hayan de acometerse reformas políticas, o bien el régimen haya de ser cambiado por completo por parte de los sirios.

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