Autor: Yassin al-Hajj Saleh
Fecha: 27/01/2013
Antes de que terminara 2012, vimos una serie de señales en
los discursos que apuntaban a una nueva etapa, quizá la más peligrosa en el
recorrido de la revolución siria.
La primera de esas señales es el dar vueltas sobre el mismo
punto en lo que se refiere a la confrontación armada que encabeza las
actividades de la revolución desde mediados del verano pasado. Exceptuando la
toma del aeropuerto de Taftanaz el 10 de este mes, la resistencia armada no ha
logrado ningún avance importante, incluso se producen quejas preocupantes por
la falta de munición entre los combatientes, y el régimen es quien está en la
posición ofensiva en las zonas del gran Damasco (Al-Ghoutta occidental, Dariya
y Mu’addamiyya) y Homs.
La segunda señal es
el aumento del papel de los grupos islamistas salafistas en la resistencia
armada, que muestran una mayor organización y capacidad de lucha, pero que
tienen objetivos distintos a lo que se supone que son las aspiraciones
fundacionales de la revolución. Si es cierto que no violan las propiedades en
las zonas en las que están activos, también lo es que tienen su propia forma de
cometer violaciones: el intento de imponer su modelo doctrinal y social a los ciudadanos. El más
conocido entre estos grupos es Jabhat al-Nusra li-Ahali al-Sham (El
Frente de la Victoria de la Gente de Siria). La denominación sectaria de
partida del grupo salafista provoca el rechazo de todos los no suníes y su
método coercitivo también el de la mayoría de suníes.
La tercera señal es la expansión de situaciones y escenas de
“descontrol” y falta de autoridad en las zonas que están fuera del control del
régimen, donde hay robo y pillaje, y las armas siguen saldando antiguas cuentas
personales o tribales. Esto es así en zonas de la Yazira siria especialmente,
pero no se reducen a ese punto. No se aleja de esto el ataque por parte de
grupos armados supuestamente pertenecientes al ESL a la aldea de Ras Al-Ayn de
mayoría kurda, donde se entremezclan las escenas de descontrol con la tensión
árabe-kurda que viene de décadas atrás en la provincia de Hassake. Esto lo
facilita el hecho de que se hayan borrado las fronteras entre los grupos de la
resistencia armada y los grupos de vándalos o “atracadores” a sabiendas de que
el descontrol y el borrado de fronteras son la fuente principal de fuerza del
Frente de Al-Nusra y sus semejantes.
En cuarto lugar parece que la influencia de las potencias
internacionales activas, organizadas en el grupo de “Amigos del Pueblo Sirio”,
está también en consonancia con el hecho de que se den vueltas sobre el mismo
punto, dada su abstención a apoyar a la resistencia armada aprovisionándola con
aquello que le permita hacerse con la batalla, y su incapacidad de influir
sobre el régimen con otros medios. El régimen, en la etapa anterior (que
comenzó a mediados del verano del año pasado) se replegó a su núcleo duro en el
interior del conglomerado político-securitario o “el Estado en la sombra”, y a
su firme alianza regional con Irán y Hezbollah. Ahora ya no es tan proclive a
verse influido por el rechazo internacional a su actuación.
En quinto lugar viene la incesante debilidad del papel de
líder de la oposición organizada. “La Coalición Nacional para las Fuerzas de la
Revolución y la Oposición” no parece capaz ni preparada como debe para influir
en los acontecimientos en el interior. Se encuentra ahora mismo entre las
presiones de las distintas orientaciones del interior y las presiones del
exterior que también parecen ser resultado de diversas orientaciones. Nadie ha
oído de ellos si son incapaces de solucionar el problema, ni de ofrecer nada a
nadie.
Se puede añadir a lo anterior el apresurado deterioro del
expediente humanitario de la guerra asadiana, dado que el número de refugiados
en los países vecinos supera los 600 mil, mientras que en el interior los
desplazados son más de dos millones y medio.
Esta nueva etapa registra una diferencia importante si se
compara con cualquier otra etapa anterior a lo largo de los aproximadamente dos
años de variable desarrollo de la revolución. En las anteriores etapas, la
revolución era una lucha entre dos polos, donde el régimen se enfrentaba a la
parte de débil cohesión, pero que estaba unida por una causa común: deshacerse
del régimen. Hoy, el régimen se ha replegado a su núcleo duro y ha aumentado su
lucha criminal, mientras que el lado revolucionario muestra una gran dispersión
y algunos grupos que se adscriben a él suponen una pesada carga, ya sea por su
extremismo religioso o, al contrario, por su disolución y falta de
organización. Al mismo tiempo, la internacionalización de la lucha siria, con
la incapacidad de que se resuelva internamente, y ello a pesar de la renuencia
de los “Amigos del pueblo sirio” a apoyar a los revolucionarios sirios, y con
la generosidad y dadivosidad el apoyo que recibe el régimen sirio de sus amigos.
Y parece que el régimen es el más beneficiado de que las
cosas vayan así en la nueva etapa. El discurso de Bashar al-Asad en la Ópera el
día 6 de este mes fue un indicio de eso mismo. El régimen que se ha comportado
con su país como no lo haría una fuerza de ocupación extranjera, y que está
convencido más que nunca de su inmunidad ante el castigo, a pesar de su empeño criminal,
¿por qué no habría de seguir así? Le conviene mucho también que se expanda el
fenómeno del Frente de Al-Nusra, porque ello es útil para apartar a amplios
sectores de los sirios de la revolución y le facilita la venta de su historia
de lucha contra el terrorismo a las potencias occidentales que quieren
comprarla. También le alegra incluso más que se expandan las evidencias de
“falta de control” en las zonas fuera de su influencia, porque los
revolucionarios serán los amonestados y porque ello añade legitimidad al
principio básico de la filosofía de la dictadura: la gente son salvajes, y
malos, no se les puede dejar de mano.
La deriva actual conviene al mismo Frente de Al-Nusra, pues,
al igual que sus semejantes su situación mejora cuanto más empeora la situación
general. El régimen se empleará más a fondo en su salvajismo e impedirá que
cualquier fuerza nacional moderada, como sucede hoy, aumente su credibilidad.
No parece que tenga prisa en cerrar la página de esta etapa
ninguna potencia occidental que se aproxima a la situación siria desde la
perspectiva de su lucha contra el terrorismo (no apoyarán a la oposición), o la
protección de las minorías (temen la base suní de la revolución) o la “seguridad”
de Israel (el régimen es la mejor de las alternativas, si no, será el caos), o que
siguen la lucha siria a ritmos entrecortados con Irán y su expediente nuclear.
Su última preocupación es la libertad de los sirios y su vida.
Los mayores perjudicados por el nuevo horizonte son millones
de sirios que han sufrido directamente y aspiran a volver a sus hogares y organizar
su vida. También están los millones que aspiran a una nueva situación política.
Finalmente, resulta perjudicada toda fuerza política organizada, en tanto en
cuanto intenta influir en la situación siria hacia horizontes de mayor
liberación y justicia.
En resumen, cuando se van a cumplir dos años de su
estallido, la revolución siria parece estar en su situación más crítica: más de
100 sirios son asesinados cada día, el régimen está muy seguro en sus crímenes,
hemos visto y el mundo ha visto más de una Hama y ¡todos son testigos!